La última vez los deje a medias con la historia, así es que hoy la terminaré .
Después de aquel primer diagnóstico y llena de incertidumbre, entré a quirófano sin saber qué era lo que encontrarían. Pobre de José María, el si que sufrió las 7 horas que tardó la operación, yo al menos estaba anestesiada, pero el no y estoy segura de que no la pasó nada bien.
Cuando abrí los ojos, estaba en terapia intensiva, sin poder moverme y sola. Además cabe destacar que no veo nada y no tenía mis lentes, así es que imaginen mi desesperación en ese momento. No sólo no podía ver, no podía moverme y tampoco sabía qué habían encontrado. Estaba aterrada.
Cuando por fin llegó José, pude ver en sus ojos mucha tristeza. Le pregunté que tenía y creo que no encontraba las palabras para decirme lo que estaba pasando. Nunca olvidaré esos ojos llenos de lágrimas que me miraban con tanto amor pero a la vez con mucha tristeza.
El diagnóstico era terrible, cáncer medular de tiroides , 52 ganglios infectados y ningún tratamiento que pudiera curarlo. El doctor nos explicó que cada vez que me saliera un ganglio, me lo tenían que sacar y que además la esperanza de vida era muy corta. El mundo se nos cayó encima. Digo se nos cayó porque José nunca me soltó y nunca me ha soltado. Entendí entonces la tristeza en sus ojos.
Idiotamente me puse a buscar en internet (no lo hagan) la esperanza de vida que tenía. Necesitaba tener certeza de cuánto tiempo podría pasar con mi familia antes de morir. El resultado fue devastador: cinco años.. ¿sólo 5 años? Eran tan pocos, no iba a ver a mi hijo convertirse en un hombre, ni tampoco iba poder cumplir mi sueño de volverme viejita de la mano de José María.
Pasé varios días en el hospital, pero se acercaba el día de las madres y yo no me podía permitir no pasarlo con mi hijo. Así es que le eché todas las ganas con tal de poderme ir lo más pronto posible del hospital. Y así fue, ese 10 de mayo salí en busca de mi chiquito, pero para mi sorpresa, estaba muy extraño conmigo, no me quería abrazar, casi no me hablaba. Y es que el también estaba aterrado, una porque no me había visto en días y dos porque cuando me vio fue a su mamá entre hilos y drenajes .. tenía sólo 2 años. ¿cómo no iba a reaccionar así?
Regresamos a casa y poco a poco intentamos recuperar la normalidad. Además a los pocos días José Mari cumplía 3 años, así es que buscamos la manera de festejarle de manera sencilla pero sin dejar pasar la fecha. El mismo día de su cumpleaños, e 19 de mayo, teníamos cita con el doctor para ver los resultados de la patología de la operación y fue entonces cuando ocurrió un milagro.
El doctor nos dijo que había sucedido algo inesperado, que estaba muy sorprendido porque de acuerdo a los resultados, el diagnóstico real era: Linfoma de Hodkings y que era un cáncer que tenía tratamiento y en el 90 % de los casos los pacientes se curan. Si les soy sincera, en ese momento no me había caído el 20, como que no sabía ni qué onda, pero bueno en el fondo era algo bueno y estaba feliz.
Sin duda el 19 de mayo nos regaló dos grandes milagros, el primero el nacimiento de José Mari y el segundo la noticia de que había esperanza para mi, para nosotros.
Aquí estoy 5 años después viva y a punto de conseguir la remisión. Así es que agradezco a Dios por este gran milagro y por seguir limpia.
Hasta aquí el relato del inicio de un largo camino que en próximos artículos les iré contando.
Gracias como siempre por leerme!